1.11.16

Camino al desierto





El hermoso y generoso Valle de Dunas 

Cuando hablamos de zonas áridas, médanos, arena, lagunas, gente amigable y alegre, de ricos vinos y aromáticos piscos, automáticamente sonreímos y dejamos venir los recuerdos de aquellos momentos vividos en la tierra del eterno Sol… Ica.

Está ubicada a 364 Km al sur de Lima, a una distancia aproximada de cuatro horas por la panamericana sur, atravesando las ciudades de Chincha, Pisco que también forman parte de la Región Ica. Aquí el clima es muy agradable y oscila entre los 22 y 25°C.

Ica tiene varias rutas que ofrece al turista para que su estadía sea muy placentera y siempre muy cerca de la naturaleza. La Ruta del Pisco empieza en la Plaza de Armas de la ciudad cuyo destino serán las Bodegas Vitivinícolas de la Ciudad donde se produce el más exquisito pisco, la bebida bandera del Perú en el mundo cuyo origen está en esta Región.

Saliendo de la ciudad a unos 15 minutos, por un camino de tierra y entre los surcos de las uvas vamos en busca de El Catador, una antigua bodega donde se elabora el pisco y vino de forma artesanal. El recorrido se puede alternar con la rica gastronomía que se oferta en los restaurants al pie de los ramales de las uvas.

Otra bodega con reconocida calidad de sus

productos, es la Bodega Vista Alegre que desde 1870 cultiva, cosecha y procesa en sus bodegas que durante los años han ido renovando su producción hasta convertirse ahora en una de las más tecnificadas de la región Ica, exportando la variedad de sus piscos a los países de Argentina, Chile, Estados Unidos llegando hasta el Continente europeo donde han logrado incluir el pisco como una bebida multicultural que unida a frutas y otros ingredientes hacen que quienes lo prueben regresen por su agradable sabor y aroma, como siempre pasa con el tradicional pisco souer.

Las bodegas en el Perú, encierran en sus paredes y detrás de sus puertas historias que sólo es contada a quiénes nos atrevemos a hurgar en los objetos que allí encontramos al alcance de nuestras manos e imaginación como sucede en la Bodega Lazo. Es una de las más antiguas y cuenta la historia que pertenece a la descendencia del gran Libertador Sudamericano Simón Bolívar quién durante su estancia en el distrito San Juan Bautista y bajo una de las ramas de uvas de esta bodega, vaticinó su originalidad y creatividad para hacerlo un lugar especial para el turista que se siente como en casa cuando traspone las puertas de este lugar. No creo que sean los piscos que durante nuestro recorrido hemos catado, estoy convencida de mi sobriedad y de los efectos del sol en mis sentidos que desean bailar al compás de una cumbia peruana que suena en el salón principal de la bodega donde las parejas demuestran su habilidad dancesca.

Nuestra mirada siempre se dirige de manera persistente sobre los alejados médanos que podemos observar a través de los campos de cultivo de alcachofas, espárragos, ajíes y zapallos que vamos sorteando en el camino. Nuestro camino sólo culminará en el atardecer de colores mágicos con los que se va pintando el cielo iqueño con la caída del sol sobre las dunas y el reflejo del sol sobre las aguas de la hermosa Laguna de Huacachina, cual musa de poetas nos convierte en testigos mientras caminamos por sus alrededores, esperando ver con nuestros propios ojos aquello que cuenta la leyenda sobre la sirena que canta al oído de los enamorados. No la vimos, pero al menos nos dejó con los sentidos llenos de amor y gratitud a esta parte de la naturaleza que se puede vislumbrar en su plenitud haciéndonos parte de ella.

De regreso a la ciudad podemos degustar una rica cena en cualquiera de los restaurants que ofrece cada potaje iqueño de ingredientes frescos y ricos al paladar.

Siguiendo nuestra ruta por el desierto, enrumbamos hacia el sur de Ica, a hora y media de viaje, nos envuelve un acogedor clima sobre una pequeña plaza frente a una iglesia cuyas puertas permanecen cerradas al medio día y donde sobresale el color anaranjado de una apetecible naranja que está cortada por la mitad y un cuarto, haciéndonos jugo de naranja la boca. Es la hermosa y cálida ciudad de Palpa, lugar donde nací y donde quedaron grabados, cuatro décadas atrás; mis primeros gritos de bienvenida a la dulce vida. Desandar los pasos es muy parecido a renacer y esa fue la sensación que allí sentí.

El desierto y las pampas de San José y de Nazca van aflorando ante nuestros ojos. Un camino de trocha con desvío a la derecha del camino, nos lleva al pueblo de mis ancestros, los abuelos maternos, los padres, hermanos, hijos y sobrinos de mi madre nacieron, bebieron y se criaron allí, entre los ciruelos, mangos, uvas, naranjas y bajo los guarangos viendo correr el agua de avenida en los meses de verano, convierte esta llanura desértica en una hermoso valle vestido de color verde.

Pero, en este tiempo de nuestra visita el calor es apaciguado en las aguas del milagroso pozo de agua salada que tiene La Banda, pueblo antiguo de la época colonial donde se refugiaban los negros esclavos que se escapaban de las haciendas azucareras y algodoneras que habían en San Javier, San José y en Nasca haciendas que eran administradas por las Familias de Abolengo como los Elías De La Borda. 

Las pampas de Nasca nos recibe con sus geoglifos que descansan sobre sus áridas tierras que por siglos han iluminado las pampas, cuantas historias les queda aún por develarnos?. El tiempo es sabio, por eso hasta ahora existen.

La Ciudadela Cahuachi, El Cementerio Las Trancas, Los paredones, los Acueductos y toda su maravillosa geografía para quienes tienen el tiempo de explorar cada uno de sus misterios. La Vida y el tiempo nos sonríen.