Mi nombre es Mónica Grados, soy peruana y me defino como una Profesional en las Ciencias de la Comunicación.
En 1997 me inicié como reportera, coordinadora de programas televisivos, editora y directora de prensa escrita, así como conductora de programas radiales.
Gracias a la vida y a la profesión continúo en este recorrido de visita por diferentes lugares del mundo; donde acumulo conocimientos, experiencias y grandes amigos de vida.
Nos une la fuerza y la convicción de concretar nuestras metas que se transforman en fotografías e imágenes donde contamos historias, tradiciones, identidades y esperanzas de aquél personaje desconocido que se encuentra con nosotros.
La Vida en este 2020 ha iniciado con nuevo estilo de convivencia.
Pero nadie hubiera imaginado la forma en que transformaría nuestra rutina diaria, la que teníamos como perfecta o práctica y que calzaba en la "normalidad".
Yo estaba en clases de idioma alemán y desde enero del 2020 escuchábamos las noticias de un nuevo virus al que llamaban corona y que se encontraba en China. Algunas veces hasta bromeábamos con eso, nos decíamos que estaba tan lejos y que de seguro en unos días más pasaría la novedad sensacionalista de los medios de comunicación. En pocos días se informaba que en Italia y España comenzaban a registrarse casos de contagios muy acelerados, que debían tomarse medidas y hacer un mejor seguimiento a este nuevo virus al que nadie conocía. Las noticias que llegaban desde Wuhan decían que habían muchos fallecidos y que varias ciudades en China habían sido declaradas en cuarentena. Por la televisión veíamos las imágenes de la policía y de personal médico buscando y capturando a las personas que podían haber sido contagiadas y llevadas contra su voluntad a un centro médico para ser tratados. No creíamos que eso fuera real, estaba tan lejos y era demasiado dramático para ser verdad.
De pronto llegó el 13 de marzo del 2020 y en Alemania se confirma que los primeros casos que habían sido registrados en personas que habían estado de vacaciones en Italia y España ya iniciaba una etapa de preocupación y que el país ingresaba a una etapa de cuarentena completa. No lo podíamos creer!!, pero estaba sucediendo y lo estábamos aceptando de buena gana porque no queríamos pasar por la difícil situación en la que ya se encontraban los países vecinos con un cuadro descontrolado de fallecidos y contagiados, donde los centros médicos abarrotados no se abastecían para atender a la población.
Entonces amaneció un día después, la ciudad estaba paralizada, se habían terminado los días normales, no más ruidos ensordecedores de autos, aviones. Las personas estábamos descansando de un día como si fuera el fin de semana largo o de un día feriado. Había que disfrutar el día. Total serían unos 20 días, había que planear las nuevas reglas de contacto, higiene, alimentación y hasta de saludo.
Las redes sociales estallaron, se hicieron imprescindibles y la televisión como la radio y el internet tomaron el lugar de las visitas, los parientes, los amigos y hasta de los vecinos. Los científicos no sabían a qué se enfrentaban, no había información sobre este nuevo diminuto ser si así podíamos llamarlo para identificarlo con algo que conociéramos, pero que ya había dominado al mundo. Todos los grandes países estaban consternados, sin saber qué hacer ni cómo hacer para evitarlo.
Las compras al supermercado para abastecernos de los alimentos básicos era el único motivo de salida de casa, allí teníamos los cuidados necesarios, el distanciamiento y las mascarillas era obligatorias. Corrían los días y la cuarentena se extendía a 90 días. Comenzamos una rutina de correr cada mañana en el parque que había en la parte posterior de la casa donde nos encontrábamos con personas que paseaban a sus mascotas mientras respirábamos aire fresco, limpio y sacábamos el stress del encierro. No estaban tan mal las cosas, nos decíamos que era justo lo que la tierra necesitaba, le habíamos hecho tanto daño al planeta que ya veíamos su renacimiento, los mares y ríos estaban descontaminándose, los bosques y plantas reverdecían, los animales recorrían las ciudades y nos visitaban porque los enjaulados éramos nosotros esta vez. Estábamos ingresando a la primavera. El sol tímidamente se asomaba en algunos días de abril y acompañaba el canto de las aves al despertar las mañanas. Una vez más nos repetíamos, esto era justo lo que la humanidad necesitaba, que era un tiempo de concientización y por lo tanto teníamos que empezar a convivir con nosotros mismos, mirarnos internamente y a escucharnos más.
Así llegó la primavera. Los árboles comenzaron a vestirse de verde y las flores empezaron a colorear los parques y jardines. El sol calentaba nuestros cuerpos y las aves nos alegraban con sus cantos. Pero ya nos empezábamos a desgastar emocionalmente, económicamente y crecía la preocupación porque no había cura para la enfermedad que azota el mundo.
Ha pasado todo el 2020 y a pesar de que ya existe la vacuna, desde hace unos días la segunda ola ha hecho su ingreso de forma devastadora, estamos perdiendo a más personas queridas y los hospitales están saturados, el personal de salud está cansado y la población agotada mentalmente. Estamos viviendo una nueva cuarentena, estamos en invierno y ya sabemos lo que tenemos que hacer, hemos aprendido a cuidarnos pero no sabemos si eso será tan eficiente, tampoco sabemos hasta cuando vamos a estar así.
Algunos pensamos que esta nueva normalidad ya se ha instalado en nuestro ser, nos hemos vuelto como robots, personas mecanizadas que ya no queremos pensar, sólo existir para mirar lo que sigue pasando allí afuera. Corrupción, desestabilización política y social, crisis económica, crisis de salud y contaminación ambiental, incendios forestales, violencia contra la mujer, migraciones forzadas, explotación a los países subdesarrollados, asesinatos a los activistas forestales, racismo y discriminación.
El ser humano es un ser de costumbres y de nuevos hábitos. Podemos adecuarnos con el objetivo de salvar la especie, podemos reinventarnos para pensar en los próximos días aportando nuestra existencia y razón de ser, para seguir planeando un mejor porvenir y para cada día aprender a sobrevivir. Estoy segura que lo vamos a lograr y en los próximos cien años, leerán esta historia como lo hemos hecho nosotros.