Cada viaje, imprime las huellas de la experiencia...
Cada día, una nueva historia que escuchar, nuevas personas que mirar, nuevas palabras que aprender un idioma distinto al nuestro que hablar y entender; nuevos lugares por visitar o quizás al que deben regresar porque alguna otra vez allí ya estuviste; nuevos planes y nuevas expectativas que idear, con los deseos a flor de piel y otras veces, quizás con los agotados ánimos de existir.
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No dejas de pensar en ese viaje que físicamente lleva tu cuerpo dentro de un auto, camión o casa rodante, pero son tus pensamientos los que más rápido viajan delante de ti y de tus ojos. No importa si algo o alguien detiene por algunos momentos esa carrera, en el mínimo silencio vuelves a ellos para retomarlos como una plegaria a que se detengan por fin en un tranquilo lugar, para no despertar más incertidumbres.
Imaginar que ese día llegará es casi un alivio más en el fondo de ti; estás convencido en que no es tu gran deseo, porque sabes que eso se convertiría en falta de alas y de libertad, no habrán más paisajes que mirar a través de los vidrios de tu parabrisas, imaginar la vida detrás de esos alambres que dividen el camino de las casas que hay al otro lado del verde campo donde el sol refleja sus rayos y que sin equivocarse alguién desde allá pensará y expresará su más grande anhelo... Un día yo también iré tras esa carretera donde quizás encuentre mi destino o nada definitivo porque simplemente no conduce a ningún lugar decidido porque pensándolo bien, ella no tiene nunca un punto final.